miércoles, 2 de marzo de 2011

Resumen de Lecturas: Febrero de 2011



Hay meses que dan pena. Este ha sido uno de ellos. Lo que empezó siendo prometedor acabó resultando un completo desastre. Me consuelo pensando en esas primeras ejemplares lecturas. 


[La parte alta: Zona Cálida] 

La primera fue una novela escrita por el autor que se lleva la portada: Michel Houellebecq. El premio es por haber escrito esa pequeña obra maestra que son “Las partículas elementales”: un libro que acompleja a casi cualquier otro del que vaya a hablar en la presente entrada. Cuando yo me quejo, quizá injustamente (aunque no lo creo) de la pobreza de la narrativa española actual lo hago siempre por comparación por novelas como esta; novelas que cuando las leo me mantienen en un estado de estupefacción permanente; que hacen de la lectura lo que debe ser: un placer. Una sensación muy parecida a la que produce otra de las grandes lecturas del mes: “Ruido de Fondo” de Don Delillo. Confieso que la segunda parte se me hizo algo pesada en comparación con la primera, mucho más ágil e interesante, con un humor más evidente pero esa sensación desapareció en cuanto terminé la lectura, cuando ese final (del que no se puede hablar en público) dota a toda la novela de un nuevo significado. El de Ruido de Fondo es un final, que como algunas películas, invita a la relectura. La tercera novela a destacar este mes es “El Gran Cuaderno” de Agota Kristof, para la que sólo hay calificativo: Obra Maestra. Un relato apasionante que merece tener su propia entrada en un futuro inmediato y que no corona la portada de esta entrada precisamente por eso. 



[La parte central: Zona Templada] 

En esta parte central, en la zona templada, están el resto de los libros a excepción de uno. Por riguroso orden de lectura: “La niña del pelo raro” de David Foster Wallace fue una relectura (una de las pocas que hago) por lo que el éxito estaba asegurado. No encumbra esta lista porque Wallace me gusta más como articulista o novelista que como “cuentista” aunque me ha entusiasmado descubrir un par de cosas en las que no había caído en su momento, durante la primera lectura, hace ya demasiados años: de una ya hablé en su momento y de la segunda hablaré, probablemente, a lo largo de esta semana. 

Una forma ideal de pasarlo bien es leer, como hice yo, a Rubén Martín G y su “Thomas Pynchon. Un escritor sin orificios”. No me detendré mucho en este punto porque ya lo hice: antes, durante  y después de la lectura y temo que si insisto Rubén me reclame derechos de imagen que no podré pagar ni prostituyéndome. 

Inmediatamente después fue el turno de dos recomendaciones de Vicente Luis Mora. La primera, “La nueva taxidermia” de Mercedes Cebrian, venía también avalada por Francisco Ferré. En su momento quise hacerle una entrada breve (la que se merecía) pero me olvidé. Cosas de la edad. Eso, o que no me entusiasmó. A ver, no está mal, pero son dos relatos “largos” (ella dice “novelas cortas”) de los que ahora mismo sólo recuerdo el primero. Interesante, sí, pero no lo suficiente ni para encabezar esta lista ni para recomendar. TIENE que haber novelas mucho mejores. A pesar de todo, porque mi fe en los demás es inquebrantable (para que luego digan) empecé la segunda de las recomendaciones de Mora: “El rey siempre está por encima del pueblo” de Daniel Alarcón, uno de aquellos que (aseguraba Granta) era de los mejores narradores jóvenes de no sé qué sector de la población escribiente. La típica lista en la que yo también figuraría si se ajustasen adecuadamente los parámetros. Por lo general ya no soy de relatos pero en este caso el resultado es criminal porque no recuerdo ni el primero. Recuerdo uno, pero no era el primero. Estoy casi seguro. Es verdad que este mes he leído mucho y que los argumentos tienden a mezclarse y más si tenemos en cuenta que cinco de los catorce libros leídos son de relatos (por no hablar del primero de este mes, que acabé ayer y que también lo es (de relatos). Y muchos.) Podría ser normal por lo tanto que no me acordase, pero no lo es porque de los cuentos de los demás sí me acuerdo. Me quedo, por lo tanto, con la sensación que me produjo su lectura (y que sí tengo fresca en la memoria –siempre me ocurre-): Daniel Alarcón es un buen narrador. Escribe correctamente, sin arriesgar demasiado, que es precisamente lo que a la larga acabará haciéndole más daño porque lo sumerge en cierta inevitable mediocridad, de esa que acaba en el olvido. En definitiva, un libro que tampoco puedo recomendar y al que ya he dedicado demasiadas líneas. 

A estas alturas sumaba ya dos lecturas flojas. Malo. Con lo bueno que se presentaba el mes... Los relatos, aunque no me gustan, son adictivos por fáciles y por eso mi siguiente elección fue “Nueve Cuentos” de Salinger. De Salinger, hasta la fecha, sólo había leído lo que todo el mundo: “El guardián entre el centeno”, pero fue una lectura obligada en el colegio. Obligada y en gallego (lengua que domino pero no utilizo). Así es imposible que le guste a nadie nada. Ya se pueden imaginar la manía que le cogí al buen señor. Pero todo se supera y me convencieron para leer el relato del pez plátano y me encantó y luego ya fue fácil seguir con el resto. Y divertido. Encontré relatos que me gustaron más y relatos que me gustaron menos pero en general disfruté mucho y aprendí más. 

Después fue el turno de “Un momento de descanso” de Antonio Orejudo del que también hablé en su momento pero para aquellos que no quieran seguir este enlace les diré que fue lo que menos me gustó del escritor. Una historia floja que deja un libro mediocre. 

Padres Ausentes” de Pablo Muñoz (el Alvy Singer de la blogosfera) también ha sido citado en este blog, en esta entrada, aunque un poco tangencialmente. Merece una entrada y la tendrá cuando encuentre un hueco lo bastante grande para meterlo a él. De momento quédense con la idea de que siendo un librito interesante lo es menos de lo esperado. A uno le tiene que gustar mucho el mundillo del comic pijamero (servidor) para disfruta con su lectura. Absténgase pues todos los demás.

El apocalipsis de los trabajadores” de Valter Hugo Mae tiene entrada escrita pero todavía no la he publicado porque no quiero sobrecargar el blog de entradas en tan poco tiempo. Por no dejarles con la duda: no es una entrada elogiosa y no recomiendo su lectura (mucho menos su compra) a quienes no gusten de las historias tan bien escritas como aburridas. Después de esto Ana S. Pareja me retirará el saludo, ya lo estoy viendo, pero yo la voy a seguir queriendo tanto o más que antes porque el entusiasmo a la hora de defenderla fue (y es) notable. Por eso la leí. Estén atentos, en breve publicaré el comentario y podrán enterarse de todos los detalles. 

Los últimos días de Clark K.” del desconocido Alberto Ramos también la comenté (hablo demasiado) hace muy poquito. Dije de ella que era divertida, que me había reído mucho y que los que pudiesen deberían ver la obra de teatro que se represente en el teatro que señalo en la entrada en cuestión (pinchar en el título del libro para llegar o desplazarse un poco más abajo en esta página). Brevedad, concisión y una historia que vale la pena leer: es más de lo que han ofrecido algunos de los mencionados en este texto. 

Lo último, este fin de semana, fue “Bestiario” de Cortázar. De este no voy a hablar. Los mejores cuentos que he leído en mi vida los ha escrito Cortázar y alguno está en esta colección. Si con eso no les convenzo no les convenceré con nada. Este será el año de mi cuenta pendiente con él: “Rayuela”. No me llega el momento. Estoy hasta nervioso y todo...



[La parte baja: Zona Fría: Abandonos] 

Y ahora el gran perdedor. Pensé que no habría ninguno; todo iba tan bien… Quiero decir que a pesar de lo mediocre de muchas lecturas ninguna me había parecido lo bastante deficiente ni aburrida como para abandonar su lectura. Ni el de Valter Hugo, que ya es decir. De ahí mi sorpresa a medida que avanzaba en la lectura de "Los principes valientes" de Javier Pérez Andújar, uno de los mejores prosistas que he visto en mucho tiempo. Muy "Pablo Gutiérrez", con ese estilo tan peculiar y esa facilidad para sugerir imágenes con las palabras. Leer a Andújar pone todos los sentidos en alerta: podemos oler sus descripciones, saborear lo que comen los personajes… Es asombroso, en serio. "¿Entonces por qué lo dejaste?", se estarán preguntando. Bien: porque me aburría. No me interesaba lo que me estaba contando. Andújar se recrea demasiado en el lenguaje y se olvida que detrás debe haber siempre una historia. Aquí no la hay. Aquí hay una sucesión de relatos con un nexo común que son los recuerdos del escritor, pero como no está planteado de ese modo tropieza una y otra vez, cada capítulo, en la misma piedra: el aburrimiento. Y yo tengo demasiado por leer cómo para perder el tiempo con este tipo de cosas.



La conclusión, de haberla, sería que estoy algo harto de tanta insuficiencia y me voy a tener que pasar a los textos con contenido. He prometido leer a Javier Calvo y a Oscar Gual y lo voy a hacer, pero luego me rindo. Me paso a lo foráneo: a Pynchon, Amis, Ellis, Fante, Russel, Gombrowicz, Ellroy, Beigbeder, Wodehouse, Vennegut, Faulkner... lo que sea. Cualquier cosa menos lo de siempre. No porque vea corporativismos, eso es una payasada, es simplemente que estoy un poco harto de literatura de serie B. La sensación de bajo presupuesto en el cine la puedo entender, en la literatura no. 

13 comentarios:

  1. Pues a mí Las Partículas no me gustó, le encontré un aire reaccionario no justificado en la realidad de los hechos narrados- hace como diez años años que la leí y sólo puedo recordar un ataque injustificado a la generación del 68, en la persona de la madre de los protagonistas- la acusación de abandono de sus hijos para hacer de su vida un pandero- como si los internados en Francia no tuvieran una tradición de más de dos y de tres... siglos, quizá exagero, pero creo recordar que en el siglo XVII los jesuitas ya habían fundado colegios de internos. Pero esto es una acusación ideológica y el autor podría defenderse aduciendo que su intención no era condenar a la madre sino mostrar a su hijo como un resentido y, como resentimientos no faltan en la novela, habría que darle la razón. Ahora bien , incluso concediéndole eso se me ocurren otras dos objeciones desde mi particular gusto, la primera es que me desagradan las novelas en las cuales algún personaje protagonista me recuerda la parte más imbécil de mí mismo. Recrearse en la estupidez ajena es un juego que todos los mediocres practicamos mediocremente, pero a un Autor me parece exigible que después de la crítica apunte hacia algo posible y distinto.
    Tampoco me gusto la estructura de la narración , demasiado facilona y premasticada, me recordó al estilo de Kundera aunque este último me parece algo mejor, al menos en la elección del tema novelable.
    Y por último queda comentar el final, el final sí me parecio bueno y coherente con lo que se había narrado antes, pero después de pensarlo un poco me di cuenta de que resentimiento y destrucción van a la par y de la mano -no es que sea tan listo- lo explica Deleuze en su Nietzsche. Una novela más sobre el nihilismo que no añade nada nuevo, a mi juicio

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  2. ¿Fue usted, amigo anónimo, quien me recomendó en su momento llegar a Nietzsche a través de Deleuze? Si la respuesta es "sí" sepa que no he podido ni llegar a la segunda página. Cada vez que lo intento me entra el sueño. Quizá no esté preparado o que empezar hablando de la filosofía del sentido y la teoría de los valores no sea la mejor manera de enganchar a un lector que llega por vez primera a Deleuze. Prometo volver a intentarlo con más entusiasmo.

    Volviendo al libro que nos ocupa ("Las partículas elementales"). Se acuerda usted mejor habiéndolo leído hace diez años que yo que lo acabé hace un mes. Es una desgracia (la mía; la de mi memoria) como cualquier otra y afortunadamente hace tiempo ya que aprendí a convivir con ella. Recuerdo sobre todo la sensación durante la lectura. Una sensación de descubrimiento, de disfrutar cada vez pasaba la página, algo que este mes me ha pasado muy pocas veces. Demasiadas pocas veces. Respecto a los personajes: a mí no me han parecido tan odiosos. No he pretendido compararlos conmigo, ni para bien ni para mal; eso se lo dejo a otros. Yo me quedo con la historia, la riqueza de sus matices y lo elaborado de sus personajes independientemente de lo injusto de la crítica hacia su madre o de lo creíble de sus sentimientos. Eso lo dejo para una segunda lectura.

    Gracias por hacer un comentario mejor que misma entrada.

    Un saludo

    P.D. Si es usted quien yo creo, ¿se le ha pasado ya el enfado?

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  3. Yo llevo unos meses tocado por esa lectura de Agota Kristof y también lo pongo en la zona cálida, desde luego (el primer libro, sobre todo).

    Estoy a esto de empezar con alguno de Beigbeder.

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  4. Yo no quise leer los complementos de Kristoff. Bueno, sí que quise pero me lo desaconsejó una amiga que lo leyó hace unos días por recomendación mía. Dice que cambia demasiado y que es casi mejor que me quede con el recuerdo de esa parte de la historia. Y le voy a hacer caso.

    De Beigbeder llevo años con 13,99 encima de la mesa. Incluso lo empecé, hace mucho, pero entonces no era nada constante y lo dejé al poco de empezar. Aún así es sorprendente pero me acuerdo bastante. Se ve que me impresionó. A ver si cuando me libre de un par de ellos que tengo de la biblioteca me pongo con él.

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  5. Hola Carlos,

    si a usted le gustó mucho El Gran Cuaderno todavía hay una fórmula para que le guste aún más. Lea la trilogía como una sola obra. Está en El Aleph Editores bajo el título Claus Y Lucas. Cada una de las tres partes desmiente la siguiente. Juntas forman un mecanismo brutal. De verdad, El Gran Cuaderno se convierte en otra cosa si se lee junto a las otras dos piezas.

    En cuanto a el amigo Michel H., me encanta precisamente por lo que comenta aquí uno de los anónimos, por su tono reaccionario. Es divertidísimo! De hecho, me ha ofendido que en ese comentario se le compare con Kundera. Por favor, Kundera es un soso!

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  6. Yo estoy ahora con Plataforma, y coincido contigo, Carlos, me lo paso pipa con Houellbecq.

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  7. MIedo, tenía intención de leerlo pero me dijo a quien se lo recomendé que el estilo cambiaba completamente, más descriptivo y esas cosas y a mi me gustó tanto tantísimo el estilo de la primera que sinceramente, si me va a cambiar la percepción que tengo de la historia prefiero no leerlos. Además lo tengo fácil: esa persona lo compró y me lo dejaría sin problemas.

    Coincido: Kundera es un soso pero también ha escrito la Inmortalidad y eso vale lo suyo. Además me gusta imaginármelo jugando al ajedrez con Fernando Arrabal, algo que le hace ganar muchos enteros.

    Elegido: no he leído Plataforma pero otra picadita de esas y no me quedará mas remedio.

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  8. Por cierto, ese anómino debería volver para defenderse. Estamos ansiosos...

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  9. Y otra opinión más:

    Beigdeber es una mierda pinchada en un palo que intenta impresionar haciéndose el chico malo de la literatura. ¿Se podría decir que Beigdeber es el Melendi de las letras francesas? Quizá no tanto, al menos Beigdeber es guapo. Si a alguien le interesan las historias de publicistas frustrados que quieren ser escritores, en "Mad Men" hay unas cuantas mucho mejores que las de este señor.

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  10. Hombre, Carlos , recogiendo el guante: página 64 de la edición del 99," Se le ponía dura en cuanto veía la larga melena morena o rubia; mientras elegía un sitio entre las filas, aumentaba el dolor en sus calzoncillos", quizá sea un horror de tradución pero si la cosa surge de una voluntad metonímica también a mí se me saltan las lágrimas de risa...

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  11. Hombre, anónimo, no le falta razón, pero hay que ser muy tiquismiquis... A ver, yo eso me lo tomo como una licencia artística o, efectivamente, en la traducción (que no creo).

    Respecto a Beigdeber:
    Miedo, leches, me quitas las ganas de leerlo y eso no puede ser, que llevo mucho tiempo dedicado al autoconvencimiento. Yo de él sólo leí: "Último inventario antes de la liquidación", pero hace demasiado tiempo de ello y realmente sin haberte leído todas las novelas que comenta no deja de ser pura anécdota. Es la versión Malherido de la crítica con mala leche.

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  12. Bueno, reconozco que soy tiquismiquis, sobre todo con las cosas de comer y de leer; página 33: "o de Euclides, que inventó la geometría hace tres mil años".
    Por otra parte y para no quedar como un puritano, aunque algo sí, pues releyendo la cosa esa el personaje de Bruno me parece sexualmente ignominioso, me viene a la memoria "La conjura de los necios" y las manolas del Gran Jefe, eso sí me parece desparpajo artístico y obcenidad risueña ; en cuanto a críticas del 68 "La vida exagerada de Martín Romaña" es inolvidablemente divertida y certera en el retrato del snobismo revolucionario de los niñatos de papá.

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  13. Pues oiga, para mi Beigbeder si que es muy Melendi, te lees uno, dices no está mal y luego ya entras en el horror de lo vacuo.

    Houllebecq me apasionó tres libros, luego ya no pude seguir. En mi modesta opinión el mejor es Ampliación de...

    Kristof está pendiente, y de Salinger....lean la bio de Kenneth Slawenski

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